UN
TIBURON DE FONDO: LA CAÑABOTA

La
tecnología actual ha puesto al alcance del pescador deportivo
metas que eran impensables hace años. Bien es verdad, que es
preciso, además, para lograr aquellas, cierto espíritu
innovador - y diría que aventurero - dispuesto a investigar lo
desconocido, aún a costa de molestias y fracasos.
Felix y Eduardo tenían un conocimiento
un tanto vago e impreciso, a través de cartas e información
de palangreros, de la existencia de unos roquedales submarinos probablemente
inexplorados situados a unas 28 o 30 millas al Sureste de Torrevieja,
con fondos que subían desde los 800 metros hasta los 500 metros
de profundidad. Allá se dirigieron aquel día.
Su técnica de pesca
es semejante a la descrita en la parte anterior por lo que no la repetiré,
con la única salvedad de que a veces calan el aparejo dejándolo
fijo en el fondo con ayuda de un gran plomo y una gran boya en la que
amarran la bobina del carrete eléctrico, mientras ellos pescan
a la deriva en busca de las grandes chernas. Para izarlo, encajan
de nuevo la bobina en el carrete, una vez quitada la boya o baliza.
Su cebo preferido para
esta pesca son las grandes caballas o los calamares de mas de mas de
medio kilo encarnados en grandes anzuelos del 6 a 8/0 empatillados con
nylon del 150 o incluso con cable de acero.
Aquel
día pescaron en un acantilado submarino situado a 28 millas de
Torrevieja con profundidades que oscilaban bruscamente entre los 800
y 400 m. de sonda, en los oscuros abismos del mar.
Habían conseguido ya 3 o 4 grandes chernas,
cuando izaron el aparejo que reposaba en un fondo de mas de 500 m.Una
fuerza increíble empezó a tirar de la línea del
carrete haciéndole perder sedal rápidamente al tiempo
que la caña se incurva peligrosamente. No es un enroque pues
la deriva del barco es ahora muy lenta. Aflojaron algo el freno del
carrete para que no se rompieran ni el sedal ni la caña, y el
pescado hizo una larga salida en la que se llevó mas de 300 metros
de línea. Llegó un momento en el que el animal que se
debatía en el abismo de las profundidades marinas, parecía
que se cansaba, por lo que Félix apretó algo el freno
del carrete. A veces este patinaba pero poco a poco iba cobrando sedal,
ayudándole manualmente el pescador.
Las salidas de línea y la lenta recogida se
alternaban, pero lentamente aquel tremendo animal era izado del fondo.
A bordo no tenían prisa. Era muy importante que el pescado, al
que suponen una enorme cherna, llegara muy fatigado. Pronto se dieron
cuenta que debe ser otra cosa, dada la gran resistencia que ofrece.
Hubo un momento en el que el bicho tiró
inconteniblemente hacia abajo y mas cien metros de línea, ya
recuperada, fué cedida de nuevo.
El tiempo pasaba rápidamente. Llevaban
ya dos horas de lucha. Entonces si que notaron ya señales
de cansancio en aquel animal. La caña seguía hecha un
arco pero el carrete ayudado por Felix recogía línea de
una manera regular llenando esta poco a poco el tambor del mismo. Cuando
faltaban 15 o 20 metros, Pepe, asomado por la borda exclama: -¡Pero
¿qué es eso? ¡Es enorme! ¡Si es un tiburón..!
Eduardo impuso la calma. Preparó dos
bicheros previamente amarrados a puntos firmes de la borda. Se calzaron
Felix y él unos guantes Abrió la portezuela de popa y
pasó a la platafoma de baño. Felix aguantaba como podía
las tarascadas del bicho que ahora junto al barco se revolvía.
Hábilmente Eduardo le clavó con decisión el primer
bichero en su amenazadora boca abierta y lo cedió a Ignacio.
En este momento el tiburón se retorcía dando feroces coletazos
y haciendo saltar espuma junto al barco. Eduardo tomó el segundo
bichero que le dió Pepe y lo clavó cerca de las agallas.
¡Tranquilos, ya está!- dijo Eduardo.
El animal, cansado, permanecía ahora inerte junto a la plataforma
de baño. Esperaron de todos modos un buen rato para que muriera
levantado la cabeza fuera del agua. Aunando sus esfuerzos y aprovechando
las cabezadas suaves que la mar imprimía al barco, poco a poco
lo deslizaron a través de la portezuela, a la cubierta del barco.
Eso sí, permanecieron muy atentos a la terrible boca abierta
y a los coletazos de su enorme cola, que eran capaces de destrozar una
pierna puesta a su alcance.
Estaban asombrados. Era distinto a todos los
tiburones que conocían marrajos o tintoreras comunes en el Mediterráneo.
Posteriormente, Félix averiguó que se trata de una cañabota,
un tiburón de profundidad, pariente próximo
del boquidulce. La cañabota tiene los ojos verdes,
una única aleta dorsal muy cerca de la caudal, y unos dientes
en la mandíbula inferior característicos en forma de peineta.
Tiene además 6 hendiduras branquiales en vez de las 5 habituales
en las demás especies de tiburones. Su nombre científico
es aludiendo a esto último Hexanchus griseus
Ya era tarde, por lo que pusieron rumbo al puerto.
Anunciaron su llegada para que un camión llevara la enorme cañabota
a la nevera. Atracaron ya de noche pero hubo gran expectación
en el muelle.
Fue probablemente un récord
mediterráneo en su clase y en esta pesca con volantín
ya que la enorme cañabota pesó 250 kilos
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