La
pesca del atún al brumeo
Ya
en el área de pesca, dejamos el barco a la deriva y empezamos
a "anguar" tirando trozos de alacha, cada 20 o 30
segundos y dejando, en el costado del barco, un malla de red
con alachas machacadas para ir haciendo rastro.
Una vez atraído el atún
a las proximidades del barco, ¿cómo convencerle
de que pique? Este es fundamentalmente el aspecto que quiero
considerar de esta emocionante pesca.
Todos los que a esto nos hemos
dedicado, hemos vivido horas de emoción y ansiedad viendo
a pocos metros del barco ejemplares de 2 ó 3 metros de
largo, gordos como barriles, comiendo tranquilamente las sardinas
o alachas que les dejamos caer, pero “pasando” de
nuestro cebo anzuelado.
A veces todo es
muy simple. En el transcurso de una apacible espera, en esa
ilusionada jornada de pesca, sin sospechar siquiera la presencia
del atún, de pronto un carretazo increíble nos
saca, a los que no estábamos de guardia con el anguado,
de nuestra dulce modorra, o corta de golpe la sinfonía
de ronquidos de otros tripulantes, música de fondo casi
obligada en esta clase de pesca, como consecuencia de la prolongada
inactividad y del madrugón.
Otras veces es incluso
igual de fácil conseguir la picada. Hemos visto el atún
en superficie cebándose o saltando atropelladamente en
las fechas de la freza; nos hemos puesto por delante del camino
que parecían llevar; hemos parado el barco lanzando la
línea de la caña con una buena caballa o salpa
prendidas de un anzuelo Mustad 12/0, y a los pocos minutos ha
sonado la música celeste de nuestro Penn International,
que nos ha puesto el corazón al compás de las
revoluciones del carrete.
En otras ocasiones, navegando despacio
en la zona de pesca, hemos comprobado la presencia del
atún en la sonda (frecuentemente entre los 10
y 30 metros), indicada (según el modelo del aparato)
por las características marcas gruesas aisladas en la
pantalla, los dientes de sierra, líneas ascendentes o
las uves invertidas de color azul e incluso rojo. Normalmente,
entonces, disminuimos la marcha avanzando un poco a barlovento,
para luego parar y calar la caña. Al poco, nos ha sorprendido
el chirriar del carrete y su vertiginoso giro soltando línea,
al tiempo que la puntera de la caña parecía buscar
espasmódicamente la superficie del mar.

Típica y fugaz imágen de atún en la sonda en 18 m. de profundidad en forma de v invertida. Las imágenes que hay en 40 m. en dientes de sierra también son de atunes desplazandose lentamente bajo el barco a la deriva
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Pero
otras mucha veces, tras la siempre emocionante aparición
en superficie y a pocos metros del barco, del atún, atraído
por nuestro rastro de sardinas, da comienzo la a menudo larga
faena de convencerle de que nuestro cebo es igual o más
apetecible que los trozos de alacha de las que se está
atiborrando.
Si tenemos la suerte de atraer a varios
a la vez (hemos llegado a tener bajo la quilla 6 ó 7
comiendo sin parar), entonces lo tendremos más fácil.
Se comportan como otros depredadores disputándose la
comida fácilmente disponible.
Cebo.
Después de estar pescando
el atún unos cuantos años y de hablar del tema
con decenas de profesionales y deportivos, he llegado a la conclusión
de que no hay ningún cebo definitivamente superior
a los demás. Está claro que un cebo vivo,
especialmente de los que habitualmente se nutre, como caballas,
bogas, jureles o incluso lisas o salpas (con las que hemos tenido
experiencias satisfactorias), es más tentador que un
cebo muerto. Pero incluso aquellos tampoco son infalibles. A
veces, hemos visto salir el atún de debajo del barco,
dirigirse sin apresurarse a una hermosa salpa viva enganchada
por su lomo de nuestro anzuelo y unos centímetros antes
de llegar, lo hemos visto girar suavemente despreciándola,
a pesar de que la alocada salpa, presa del pánico, parecía
inducir el ataque de este magnífico depredador.
En cuanto a cebo muerto, hemos tenido
prácticamente igual frecuencia de picadas con caballa
y alacha. Hemos visto, además, tragarse incluso un hermoso
serrano pescado minutos antes y despreciar una reluciente caballa
que se hundía poco a poco en el azul.
Creo, pues, que el atún
es capaz de comer cualquier animal marino pelágico, como
los citados anteriormente, o bentónico, como ochavos,
capellanes, cangrejos, etc. Aunque parezca increíble,
en el estómago de uno de los atunes destripados en cubierta
por un profesional apareció una lata pequeña y
brillante de atún, con la que el colega había
almorzado hacía unos minutos. La había arrojado
al mar al compás de los también brillantes trozos
de alacha y el atún se equivocó. Esta es la clave:
se trata de “confundirlo”, pues él sabe de
ordinario qué carnada está libre y cuál
lleva el anzuelo.
Tentando al atún
Para hacerlo picar tenemos
a nuestro favor su apetito casi insaciable. El atún necesita
comer todo el día. Su obligada movilidad (no puede respirar
sin nadar) y, sobre todo, su especial metabolismo distinto al
de los demás peces, así lo exigen.
Se
ha calculado que un atun de unos 200 kilos puede ingerir
hasta 60 kilos al día de sardinas o caballas. |
Deberemos, pues, disponer
de mucha carnada. Hemos visto alguna vez con desesperación
cómo algún atún se ha zampado sin picar
las dos cajas de alacha que teníamos a bordo, comprobando
luego cómo volvía al barco a por más, como
si aquello hubiese sido un simple aperitivo.
En el año 96, a unas 20 millas
de Cabo de Palos y en fechas tan tempranas como finales de febrero,
(probablemente se trataba de atún autóctono de
Mediterraneo), operaron más de 30 barcos dedicados a
la pesca artesanal del atún, consiguiendo cientos de
capturas. Utilizaban el mismo sistema de pesca a la deriva.
Eso sí, disponían cada uno de al menos 70 u 80
kilos de alacha como anguado y alguna caja de caballas o bogas
como cebo. En esas fechas comprobé que la temperatura
superficial del agua era de 13´5º C; por ello quizás
no se vieron nunca en superficie. Los profesionales utilizaban
3 ó 4 o más filaeros plomados para pescar en
20-30 y 40 brazas y alguno más en superficie. Sabemos
que el atún asciende poco a poco para buscar la fuente
de donde parten las alachas, pero hay veces que, sea por la
temperatura a un nivel determinado, o por las corrientes o el
diferente grado de salinidad en ellas (se ha descrito el atún
como estenotermo y estenohalino) se mantienen a una profundidad
determinada y hay que buscarlos allí. Por lo menos en
esa zona donde los pescaban ( a 24 millas de la costa con fondos
de mas 200 m. y en pleno invierno) ellos obtenían más
resultados pescando el atún en profundidad, que nosotros
intentándolo en aguas superficiales.
Sorprende al principiante el comportamiento
del atún seguro de sí mismo y su comer pausado,
haciéndolo una y otra vez al lado del barco, tomando
casi de la mano los trozos de carnada que se le brindan. Pero
eso sí, no es tonto, ya que ve nuestra línea y
diferencia la carnada libre de la anzuelada, aunque a veces,
por fortuna, se equivoca.
Nosotros, cuando estamos convencidos
de que no quiere comer el cebo que llevamos a la deriva, a 40
ó 50 metros del barco, empezamos a tentar al atún
de otro modo. Quizás, de entrada vale la pena cambiar
la carnada a la que se ha acostumbrado a ver con su
línea y anzuelo. Para algunos colegas, va fenomenal el
esconder el anzuelo en un buen calamar fresco.
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Nosotros
lo hacemos a veces con dos alachas adosadas trabadas por el
anzuelo. Éste se introduce por las agallasde una sacando
su punta por la boca. De nuevo, la punta del anzuelo se mete
por las agallas de la segunda alacha y se saca en torno a la
boca. Otra técnica consiste en retirar la línea
del agua y ofrecer sucesivamente tres caballas libres
a un ritmo determinado conforme las va tomando. La cuarta va
con el anzuelo. Otro modo que a muchos colegas les da resultado,
y a nosotros alguna vez, es parar de anguar y, estando
el atún a la vista, recoger y tirar sucesivamente el
cebo con anzuelo, dejando que se hunda unos pocos metros libremente.
Otro, el brindar este cebo entre una
nube de pequeños trozos de alacha.
Recuerdo un atún que debía
saber latín, con el que habíamos probado todos
los procedimientos anteriores y algunos más. Se dirigía
al cebo una y otra vez, pero antes de tomarlo daba la vuelta.
Nos dimos cuenta de que siempre hacía lo mismo: ascendía
de debajo del barco, a cuya sombra tenía querencia, tragaba
su trozo de alacha y giraba suavemente para pasar al otro lado
del barco. Empezamos tirando sólo algún trozo
suelto de alacha hasta verlo hacer una vez más esa maniobra
y entonces, cuando lo vimos ascender con su boca abierta ya
en busca del trozo, dejamos caer nuestro cebo junto a él.
En esa ocasión se equivocó, no teniendo tiempo
más que de tragar limpiamente nuestro anzuelo.
Otro procedimiento más
laborioso, nos ha facilitado 3 ó 4 picadas de
otros tantos suspicaces atunes.
Se basa en la misma técnica que
empleamos con el atún pequeño: se le ofrece el
cebo al atún con ayuda de una caña de 4 ó
5 metros conectada al terminal de nuestra Penn Internacional;
se hace brincar el cebo con la caña auxiliar encima del
agua, algo más alejado del barco.; da así la sensación
de un pez herido debatiéndose en superficie. Por otra
parte, el atún no ve en el agua la línea gruesa
de nuestro terminal, y apenas el anzuelo.
Pese a todos estos esfuerzos imaginativos,
veremos a veces cómo el atún se come alegremente
nuestras reservas de alacha y se larga luego, quizás
a otro barco, a pedir más.
Todo ello, y pese a que no siempre logremos
la picada, constituye un aliciente más en el enfrentamiento
entre la inteligencia y la habilidad -el arte, en una palabra-
del pescador y el instinto de este poderoso y ansiado animal.
Pero las más de las veces, con nuestra proverbial paciencia
y ese arte al que aludía, lograremos prenderlo, empezando
entonces a vivir toda una serie de emociones inolvidables.

Un
instante de feliz recuerdo. El atún vencido junto
al costado del barco
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Ver pagina siguiente Técnica de Maguro Kaki o excitador del atún
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