LA
PESCA DEL ATUN GIGANTE

Es
mi propósito a través de este artículo, que fué
pubicado en Pesca a Bordo, contar una feliz experiencia de hace varios
años, para explicar la técnica que seguimos en Torrevieja
para esta clase de pesca. Por desgracia, desde hace 7 u 8 años
a causa sobre todo de la sobrepesca profesional con redes de cerco,
el atún gigante ha casi desaparecido de nuestra área marítima.
Recuerdo con gran placer el amanecer de aquel día navegando rumbo
al caladero, con una mar preciosa y en calma, que parecía prometer
una jornada agradable rica en grandes emociones. La zona
elegida (que nos fue señalada por los pescadores de sardina unos
días antes), distaba unas pocas millas de Torrevieja y unas 4
de Guardamar.
Cuando estábamos cerca, Federico, mi
hermano, Luis y Aimeé a bordo del “Le Mistral” que
pescaban a media milla por tierra de nosotros, nos anunciaron por radio
que habían clavado un gran atún con el que luchaban desde
hacía un buen rato.

Desde
el Mistral luchando con un gigante con linea de mano
Con ansiedad e ilusión y mientras nos acercábamos, curricáneabamos
con una Rapala Rh de 29 cm, ya que con ella y con la "Bonita"de
16 cm de Yozuri hemos conseguido clavadas espectaculares. Ibamos tirando
ya alguna alacha por la borda para hacer rastro. Estábamos atentos
a nuestra sonda por si veíamos la característica imagen
del atún en forma de una v invertida , recortada y densa, visible
a menudo entre 10 y 20 m. de profundidad.
Detuvimos el barco y empezamos a brumear con regularidad, tirando
trozos de alacha cada 20 0 30 segundos. Seguíamos con
la mirada los trozos de pescado que tirábamos al agua hasta que
veíamos perderse sus plateados reflejos en las azules y cristalinas
aguas del mar, por si percibíamos entonces la imagen fugaz de
un atún atrapando nuestras alachas. El tiempo trascurría
y aunque no habíamos visto nada, sospechábamos que allá
abajo, habría algún atún atiborrándose de
los 20 o 25 kilos de carnada que ya habíamos arrojado por la
borda.
Nuestro
equipo de entonces lo formaba :la caña, una
Pen International de 130 libras y un carrete Pen Senator 14/0, provisto
de 550 m. monofilamento de 1,5 mm de diametro. Usábamos un gran
anzuelo del 12/0, empatado en un terminal de 5 m. de sedal de 2 mm.
Otras veces utilizamos terminales del 150 forrados - como hacen en Gandía-
con 5 o 6 cm de dacrón pintado en rojo para que parezca un hilillo
de sangre desprendido del cebo. Actualmente pescamos con carrete Penn
de 130. STV en la caña Intenational Pen y además otra
caña: una Italcanna de 80 libras con carrete Everol 10 /0, siendo
nuestra línea monofilamento moderno de 1´40 mm. Nuestro
cebo era, aquel día, una salpa de 200 gr. que
encarnábamos por el lomo un poco detras de la cabeza.
Paramos
a unos 30 metros a sotavento del barco de unos amigos que acababan de
llamarnos por radio. Al poco vimos los atunes ¡Uno de ellos era
gigantesco!
Echamos la salpa al agua y dejamos ir
15 o 20 metros de línea. El carrete estaba ajustado
previamente para que empezara a salir a una presión de 18 kilos,
esperando todos nosotros con ansiedad, con nuestros corazones ya desbocados,
la picada de uno de aquellos monstruos. Rate se puso en la silla de
combate y yo lo hice frente al cuadro de mando para arrancar el motor
y separarme del otro barco rápidamente si se producía
la picada. No queríamos brumear ya. Si los atunes aún
tenían hambre se tendrían que tragar nuestra salpa.
¡A los 5 minutos escasos la chicharra
del carrete empezó a cantar con estridencia y la dura
caña se curvó hacia el agua! -¡Ya lo tenemos!- gritó
Rate. -¡Arranca rápido!
Encendí el motor y di atrás rápidamente para evitar
que la línea pasase por debajo del barco de Seano, ya que el
atún se dirigía mar adentro buscando aguas profundas.
La salida de línea era rapidísima pese a que el barco
avanzaba empopado hacia el atún y el freno ofrecía una
resistencia continuada de 18 kilos.
Rate frenó un poco un poco más el carrete
hasta una marca que llevábamos en el freno de estrella para no
sobrepasar los 25 kilos. ¡El atún había
sacado en su primera carrera más de 400 m.! Sabíamos
la cantidad de línea que había en el agua, porque cada
cien metros teníamos una marca de color siguiendo el orden de
los colores del arco iris y habían salido ya el rojo de los 50
metros, el anaranjado, el amarillo y el verde, teniendo ya la franja
azulada de los 450 m.de línea próxima a salir.

Poco después el atún aminoró su loca
carrera. Rate intentó entonces cobrar línea “bombeando”.
Levantó con gran esfuerzo la caña hasta la vertical y
luego, al inclinarla hacia adelante, viró la manivela del carrete
lo más rápidamente posible. Detuve entonces el barco para
ofrecer más resistencia al atún para lograr su cansancio.
El “Chambel” era sensiblemente arrastrado poco a poco mar
adentro.
Cortesía
entre colegas. Llamamos al “María de las Nieves”
(el barco que amablemente nos había llamado), invitando a Seano
su patrón, a subir a bordo para compartir con nosotros las emociones
que nos esperaban. Así lo hizo y su compañero alejó
luego el "Maria de las Nieves" de nosotros.
Le expliqué brevemente la técnica
que seguimos ya que él habitualmente pesca con línea de
mano. Es muy simple. Salvo casos puntuales no tocamos el freno del carrete.
Se trata de cobrar línea, cuando ello sea posible, “bombeando”.
Le explicamos cómo se hace y también que es necesario
que al tiempo que recoge sedal, con el pulgar de la mano izquierda,
la que está aguantando la caña, debía tratar de
repartir la línea en el tambor del carrete para que no se acumule
en el centro y haya problemas cuando el carrete esté lleno. Le
indiqué también que debía dirigir la puntera
siempre hacia el pescado girando la silla y por último
que debería siempre mantener la presión
cobrando línea rápidamente cuando el atún cambie
de dirección y se dirija hacia el barco ya que entonces podría
saltar el anzuelo si este ha hecho holgura en la boca del atún.
Rate de todos modos daba cortas arrancadas para mantener el atún
en popa, o aceleraba incluso bruscamente para mantener la línea
en tensión cuando el pescado venía hacia nosotros.
El atún aún estaba lejos y la
línea se hundía oblicuamente en la mar. Seano poco a poco
acercaba el atún cobrando más de 100 metros de línea.
Llevábamos ya cerca de una hora de lucha y parecía que
el animal se iba cansando. De pronto, hizo una segunda salida que arqueó
la sólida puntera de la caña que tocó ahora casi
la superficie del mar, en tanto que el carrete chirriaba y perdía
en unos pocos segundos más de 150 metros de sedal. Toqué
el carrete. Quemaba en el sentido literal de la palabra. Le eché
poco a poco media botella de agua dulce que logró enfriarlo.
Paco, sudoroso, pidió también un trago y un remojón
de agua en su cabeza
Volvímos a poner el freno en su posición
inicial de 18 kilos, al recordar en ese momento, que cuando
queda menos de un tercio de línea en el tambor, las tensiones
sobre el sedal se incrementan peligrosamente por dos razones.
Una, por la fricción de los 400 metros de línea en el
agua.El otro motivo es porque, para que salga un tramo determinado de
sedal de un tambor casi vacío, este tiene que girar más
velozmente. Ello lleva consigo, que el frenado se incremente si el atún
mantiene la misma velocidad. Se comprenden así roturas inexplicables
con líneas en buen estado y carretes con frenos ajustados.
Me puse entonces en la silla de combate. Siempre
lo hacemos así - aunque no sigamos precisamente lo indicado por
la I.G.F.A-. Nos turnamos en el apasionante trabajo de vencer al atún.
No hay por desgracia muchas ocasiones para ello y preferimos compartir
todos las mismas emociones con cada atún, por si no se repiten
las oportunidades hasta el año siguiente.
Logré acercarlo aparentemente con más facilidad. El atún
daba cortas salidas de 30 o 40 metros que yo recobraba con esfuerzo.
¡Era realmente emocionante el
combate! Siempre había el temor de que se soltase y
sobre todo de que lo perdiéramos al acercarlo al barco si no
llegaba casi muerto. Llevamos una transmisión “de cola”
y esta se hunde por debajo del casco más de 70 cm. Un roce de
la línea con ella o con el caracolillo del casco, suponía
la rotura inmediata. Todo ello generaba un conjunto de sensaciones contradictorias.
Gozo, temor a perder el atún, sufrimiento físico por la
paliza que nos estaba dando, ilusión, esperanza...
La marca de los 150 metros estaba ya dentro
del carrete. ¡Llevábamos dos horas y media y aún
no habíamos logrado ver cual de los atunes habíamos clavado!
Hablamos en ese momento sobre el cometido de cada uno para los momentos
finales.
¡En este instante ”Le Mistral” anunció por
radio que tras 4 horas de lucha acababa de ganchear un enorme atún
y que al no poderlo izar, lo remolcaba despacio hasta el puerto!
Me puse de nuevo al timón. El motor seguía encendido pero
estábamos detenidos. La faena se prolongaría aún
otras dos horas en las que se turnarían Otón, Rate y el
Seano.
Poco después la marca roja de la línea estaba ya dentro
del carrete.Fue entonces cuando vimos allá abajo y a unos 30
metros detrás, los plateados reflejos del atún. Estaba
cansado navegando hondo con dirección hacia el barco.
-¡Arranca rápido que se nos mete
debajo- me gritó Rate. Aceleré bruscamente y lo dejé
detrás. El atún buscó de nuevo la posición
de antes por lo que yo debía estar muy atento a las indicaciones
de los de popa. El animal estaba casi en la vertical del barco
y a mis compañeros resultaba imposible hacerlo subir más.
Entonces lo divisamos con claridad. ¡Era enorme y precioso!
Intentamos una maniobra que tras un par de intentos
nos dió resultado. Aflojaron momentáneamente un poco el
freno para no forzar el aparejo ni hacer “ojal” en la boca
del atún con el anzuelo; al mismo tiempo dí avante rápido
y me alejé de nuevo del atún, parando poco después.
Así, una vez colocado el freno en su posición inicial,
nos resultó más fácil elevarlo “ en plano
inclinado” que desde la vertical. Por fin lo hicimos subir viendo
su costado y como daba los giros que acostumbra cuando está vencido.
Los ganchos estaban listos y amarrados sus cabos
uno a cada lado de la popa. Seano cobraba con fuerza con la caña
y Rate por fin cogió el terminal. Se aflojó algo el freno
del carrete para prevenir roturas si el animal daba aún una arrancada
hacia debajo del barco. El atún se dejaba ya arrastrar. Corrí
a popa y cogí el largo bichero de casi tres metros clavándole
con fuerza el gran gancho por detrás de las agallas. Se produjo
entonces una explosión de agua y espuma al golpear en la superficie
la poderosa cola de atún. Paco le clavó un segundo gancho
donde pudo.
Sacamos luego su cabeza fuera del agua y amarramos cortos los cabos
de los ganchos. No sin dificultad pasamos un lazo de seguridad por la
cola del atún.

Foto
: Gentileza de Federico Javaloy
Fue entonces cuando la alegría estalló
a bordo y nos abrazamos y brincamos como críos ¡Lo habíamos
conseguido!
Instalamos nuestra grúa portátil
que tan buen servicio nos había prestado en otras ocasiones,
ya que el "Chambel" no dispone de portezuela en la popa. Por
seguridad y para ayudarlo a subir, mantuvimos el lazo en la cola. Con
dificultad lo fuimos elevando. De pronto la anilla de hierro que sujetaba
la polea se partió y con un gran estrépito el atún
cayó al agua.

No tuvimos más remedio que remolcarlo
al puerto donde llegamos al atardecer En el muelle nos encontramos aún
al "Mistral". Habían tenido dificultad con la grúa
y estaban izando en ese momento el atún al muelle. ¡Era
enorme!
Las dos tripulaciones se abrazaron con júbilo.
Ambos barcos habían tenido una gran suerte. Los
atunes pesaron 250 y 205 kilos.

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